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viernes, 14 de agosto de 2009

El Propósito Religioso de la Educación por G. K. Chesterton

El Propósito Religioso de la Educación

Por G.K. Chesterton
De , 1925
Reeditado en

Traducido por Konstantin Dimitrov

Sólo mediante un inconfundible e incluso deliberado estrechamiento de la mente podemos conseguir mantener la religión al margen de la educación. No puedo negar que en muchos casos la educación sea el menor mal de muchos; que a veces llegue a representar una especie de lealtad a un compromiso político; y que sin duda sea algo mejor que la injusticia política. Pero la educación secular es una limitación, si no una auto limitación. Es normal decir lo que uno opina de la naturaleza; y especialmente, por decirlo de alguna manera, de la naturaleza de la naturaleza. Lo primero y más evidente que interesa al ser humano es en qué mundo le ha tocado vivir y por qué vive en él. Si uno no lo supiera, evidentemente no sabría decirlo. Pero el simple hecho de no saber contestar la pregunta, la pregunta que el otro haría con más probabilidad puede o no ser lo que alguna gente llama educación, pero desde luego no es una buena muestra de instrucción. Si usted tiene convicciones, sean negativas o positivas, sobre las cosas fundamentales de orden cósmico, usted es un instructor que se niega a instruir. Puede que esto se deba a motivos muy generosos, o incluso que le mueva la discreción, pero con toda seguridad no son motivos educativos en sí.


A veces se dice que los devotos de una religión dogmática, a quienes, dicho sea de paso, a menudo se les llama burros, en los asuntos de esta índole llevan puestas unas anteojeras. Es una palabra que sus críticos no han sabido elegir bien, ya que en cierto modo es mucho más aplicable a ellos mismos. Una persona que da unas respuestas autoritarias a las preguntas fundamentales, incluso si sólo fuera por decir que Mumbo Jumbo creó el mundo de una calabaza, puede estar dogmatizando, o persiguiendo a los demás, o incluso tiránicamente estableciendo una ley que lo englobe todo, pero no está tapando su visión sobre nada: no lleva anteojeras, en el sentido de que no está limitando a propósito su campo de visión. Puede que en nuestra opinión su visión sea una ilusión, pero para él es muy viva y no podemos incriminarle por estárnosla presentando; y de alguna forma, él la está presentando en su totalidad. Si en el mundo existiera una cosa como un burro llevando anteojeras a voluntad suya, este sería precísamente el así llamado educador iluminado quien hace un constante esfuerzo neurótico por mantener fuera de sus obligaciones, obligaciones de transmitir conocimiento, cualquier noción de las cosas que los seres humanos han querido conocer por encima de todo desde que el mundo existe. No se trata aquí de cosas secretas ni de un interés especializado. Aparte de que se puedan conocer o no, son cosas que no sólo merecen ser conocidas, sino que son el conocimiento más simple y más elemental posible. Es una cosa buena que los niños se den una cuenta lo más completa posible de que existe un mundo objetivo fuera de ellos, tan inamovible como la farola que se ve en la calle. Pero incluso cuando presentamos la farola lo más objetiva posible, no es nada descabellado preguntarse para qué existe. Un naturalista que observa lo que ocurre en una calle puede observar muchas cosas y registrarlas en su libretita: un ciclista, por ejemplo, que se estrelle en la farola; el indigente que la abraza o incluso, en un momento de inspiración, que intente encaramarse en ella. Pero no es nada extraño, ni se trata de un conocimiento insólito o especializado, el observar que la farola lleva una lámpara.


Ahora, una educación secular supone que todo el mundo tiene que mirar hacia abajo, hacia el pavimento, a no ser que alguien, por una increíble casualidad, levante la mirada hacia arriba, hacia la lámpara. Y es que la lámpara de la fe que ha estado iluminando la avenida de la historia de gran parte de la humanidad durante casi todas las épocas; y no se trata de una llama errante flotando por allí en el aire que sólo algunos visionarios podían ver; para la mayoría era la mimísima razón por la que existía el poste... Si una nube baja, como la niebla londinense, cubriese esa llama, entonces es un hecho objetivo de que este objeto, la farola, sea básicamente un objeto en el que la gente se estrelle. Y yo no culpo a nadie quen sólo vea el mundo desde este enfoque altamente objetivo ( juego de plabras - " objective " en inglés también significa " questionable " - nota del traductor). Incluso si el poste de la farola fuese sólo un poste sin ninguna lámpara, y por ende, un poste sin propósito en absoluto, el poste se podría considerar desde diferentes puntos de vista: el estóico, así como el indigente, podrían apoyarse en él; el optimista, así como el borracho, lo podrían abrazar; el progresista podría intentar subirlo, etc. Eso mismo ocurre con aquellos que simplemente se estrellan contra un mundo sin cabeza como si fuera un poste sin lámpara: para ellos el mundo resulta un gran obstáculo objetivo... Lo que estoy diciendo únicamente es que hay una diferencia, y no una diferencia pequeña de segundo orden, entre los que saben para qué sirve el poste y los que no.


El más profundo deseo de conocicmiento es el conocer para qué existe el mundo y cual es la razón de nuestra existencia. Y a los que creen poder contestar esta pregunta se les tendría que permitir hacerlo por lo menos en primer lugar y no en el último. Un hombre quien no sabe contestarla estaría en su derecho de negarse a hacerlo, aunque puede que esté demasiado inclinado a consolarse con el muy dogmático dogma de que nadie sabrá contestarla si él no sabe hacerlo. Pero es que hoy a nadie se le otorga el derecho de contestarla, o incluso de hacer posible que fuese contestada; como si se tratara de una especie de pregunta extraña y pedante de segunda orden que sólo se le ocurriría hacer a un alumno también extraño y pedante. La educación secular es más sensible que aquello de hacer de la religión un complemento más de la índole del aprender el calado o el Portugués. En el marco de la controversia sobre la educación religisa este es un importante principio, porque incluye la tan relevante pregunta sobre qué es el " ambiente ". Y este principio significa que cualquiera con derecho de contestar esta pregunta tiene también el derecho de contestarla partiendo desde lo que realmnte es: una pregunta que afecta la esencia de todo el mundo y la razón de ser de cada aspecto de la vida humana. Si alguen va a enseñar religión, es absurdo pedirle que la enseñe de manera como si fuese algo aparte, como si no tuviera que ver con la vida del ser humano.


La expresión " hora de Religión " es algo muy parecido a una contradicción de términos. Y es bastante entretenido notar que el mismo escéptico despreocupado que siempore se burla de los practicantes por sus formas y sus limitaciones, quien no para de hablar de los que tienen una religión dominical y promueven la separación entre cosas sagradas y porfanas, es normalmente el más propenso a burlarse también de la idea de atmósfera religiosa en los colegios. Es decir, él es el que se opone más a la idea de unir las cosas sagradas y profanas y a una religión que sea funcional tanto los domingos como durante los días entre semana. La verdad es que la idea del ambiente sencillamente es una parte de la psicología elemental de los niños. En cualquier caso, esa gente sería la primera en decirnos que la educación tiene que tomar nota de todas las influencias que forman la mente, independientemente lo ligero y accidentales que sean. Ellos perderían el seso si el niño tuviese que mirar una pared con el papel pintado inadecuadamente; se ocuparían de que el niño tuviese una idea completa de lo que es un wombat; pero al mismo tiempo, nos dicen que no nos preocupemos si la idea del mundo que tiene el niño es la correcta.


No quiero decir, por supuesto, que el entusiasmo social secular carece de valor; e incluso que, con el lenguaje que algunos utilizan con sinceridad y hasta con utilidad, no merecería él mismo ser llamado religión. Lo que dudo es que en este sentido pueda ser llamado razón, ya que no satisface el hambre intelectual primario que siente el hombre por conocer el sentido de su vida, aun si duda de tal sentido. La verdad es que cada idealismo se compone de varias ideas que los idealistas han seguido sólo en casos excepcionales. Por ejemplo, allí está la noción de la elección, que se nos ofrece de forma misteriosa y que tiene unas consecuencias igual de misteriosas; la idea de un valor místico aplicado a una parte de nuestra naturaleza sin que en absoluto hubiera autoridad para valorarlo; la noción de una confianza absoluta en nadie en particular... en dos palabras, todos esos variados tintes de la niebla londinense cubriendo un poste de farola sin lámpara. Estoy muy lejos de faltarle el respeto a esa especie de idealismo errante; lo único que quiero decir, y eso según su propia confesión, que es muy incompleto si se compara con el idealismo de cualquier persona que tenga una filosofía acabada porque es una persona de fe. Y no quiero ofender a nadie aquí al declarar que cualquiera que tiene este tipo de educación secular es en realidad una persona educada a medias.


Pero hay otro aspecto de este asunto que revela la verdad en el bastante rústico puritanismo de la gente que armó la disputa por el darwinismo en Dayton *. Para algunos de nosotros es harto extraño que un protestantismo tan anticuado supuestamente tenga que representar la religión. Más extraño todavía resulta que un darwinismo tan anticuado supuestamente represente la ciencia. Pero de hecho, en ese caso la protesta y la investigación consiguiente sí que eran representativos de algo, y ese algo era el fuerte instincto del pueblo, al que no le faltó razón al decir que la ciencia esta hecha para significar algo más de lo que la misma ciencia afirma. Una educación evolucionista es algo muy diferente a una educación sobre la evolución. Así como un colegio religioso de forma abierta y declarada proporciona un ambiente religioso, una clase de ciencias científica a veces proporciona un ambiente materalista de forma encubierta e inconsciente. Un profesor secular tiene absolutamente la misma dificultad que tendría un sacerdote al no poder dar su propia respuesta a las preguntas que más merecen ser contestadas. El también está un poco irritado porque no se le permita poner las cosas importantes en primer lugar y cada vez más tiende a convertir su ciencia en filosofía. Sería muy controvertido y quizá provocador llamar esa filosofía una filosofía materialista. Es más amable e igualmente sensato llamarla monista. Pero el asunto es que esta ciencia contiene algo que es completamente ajeno no sólo a las religiones que todo lo remiten a la voluntad divina, sino que a todas las moralidades que se basan en la voluntad del hombre. Con razón o sin ella, su imagen del univeso no es la de un poste diseñado para que en él fuese colocada una lámpara, sino es más bien la de un poste que ha estado creciendo como crece un árbol; y un poste que finalmente acaba produciendo su propia lámpara. Ahora bien, enfocando esta visión de un vago crecimiento sólo desde el punto de vista del ambiente y el efecto que tiene en las mentes de los jóvenes, sin tomar en cuenta el que sea verdadera o no, no cabe duda de que esta visión lleva a la noción que todas las cosas son dificiles de destinguir la una de la otra, de que todas inevitablemente son los frutos del mismo árbol; y, al revés, no encamina hacia la idea de elección y conflicto moral, hacia el contraste entre blanco y negro o la batalla entre la luz y la oscuridad.

No estoy escribiendo de forma controvetida, ni tampoco quiero imponerle mi punto de vista a nadie como una necesidad individual. Estoy escribiendo de forma educativa y estoy considerando aquí las posibles consecuencias psicológicas de algunos ambientes y finos matices. Lo que estoy diciendo es que introducir intensamente el enfoque evolucionista en la educación no la haría muy insistente en las ideas de la libre voluntad del hombre y de la moralidad militante, de la elección dramática y del reto. ¿ Por qué un fruto tendría que desafiar a otro fruto del mismo árbol y por qué debería haber una elección entre blanco y negro cuando existe sólo una lenta graduación del verde ? Asi que incluso si ignoramos el asunto primordial de la religión, el del propósito de la creación, y aunque sólo la usásemos en el sentido del por qué hacer el bien, el problema permanece. Si el hombre cree que entre el bien y el mal existe un abismo de la misma magnitud que entre la vida y la muerte, tendrá deseos de decirlo. Y si los demás dicen sólo que todo es un crecimiento evolutivo, él no admitiría que ellos esten diciendo lo mismo que él desea decir. El problema no es que la educacíón secular parezca indiferente a la religión, sino que la educación científica parezca bastante indiferente a la ética. Yo hablo aquí de los efectos de la educación como lo hacen los mismos educadores y evito cualquier incriminiación santimental de estar pasando por alto los puros y nobles propósitos de los científicos. Muchos que por cierto despreciarían la enseñanza de algo tan clásico como la enseñanza de la retórica, siempre van bien armados de retórica a la hora de defender la enseñanza de la ciencia. Yo no estoy atacando la enseñanza de la ciencia, y todavía menos los profesores de ciencias; lo que digo es que si la enseñanza de la evolución se convierte en un ambiente, éste no es favorable para el ardor moral ni para un espíritu luchador. Dicho en breve, es dudoso que la enseñanza de la evolución pueda ser una base para el cambio: es difícil pensar que pondría un énfasis especial en el sentimiento de que hay cosas que son intrínsicamente justas y que hay otras que son intrínsicamente injustas. Cuando un reformador le dice a un esclavista " Es que usted evoluciona muy lentamente; posiblemente provenga de algún estado esclvista", lo único que podría contestarle aquel traficante es " Es que usted evoluciona con demasiada prisa: debería esperarse hasta el siglo veinte y uno ". Un argumento así difícilmente encendería una entrega como la de la batalla de Harper's Ferry **. Resulta que los pobres puritanos de Tennessee no están del todo equivocados en cuanto a la psicología educativa cuando afirman que la educación basada en la evolución, aunque no esté directamente enfrentada a la docrina cristiana, puede producir un ambiente muy ajeno a la moralidad cristiana y de hecho, a cualquiera moral combativa y viril. Después de la doctrina según la cual la existencia es una cosa de diseño, la siguiente doctrina más interesante es que la vida es una cuestión de elección; e incluso si todos los hombres fuesen educados a ser ateístas, dudo que el mero evolucionismo podría realmente educarles a ser unos inspirados y combativos ateístas. Y observar a los ateístas perder su única gran virtud, la de la ferocidad, sería una gran pérdida para la religión.

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* La disputa por el darwinismo en Dayton: Se refiee alfamoso caso en el estado de énesee, en 1925, cuando un jóven maestro fue condenado y multado por enseñar el darwinissmo en la escuela.
** La batalla de Harper's Ferry: una de las grandes batallas durante la Guerra Civil de los EE.UU. entre esclavistas y abolicionistas.



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